El caso Tangentopoli, también conocido como "Mani Pulite" (Manos Limpias), fue un escándalo de corrupción masiva que sacudió los cimientos del sistema político italiano a principios de la década de 1990. Reveló una red sistémica y profunda de sobornos y financiación ilícita de partidos que permeaba todos los niveles del poder, llevando al colapso de la llamada "Primera República" y redefiniendo el panorama político del país. En el centro de este huracán judicial y mediático, la figura de Bettino Craxi, líder del Partido Socialista Italiano (PSI) y ex primer ministro, emergió como uno de los protagonistas más emblemáticos y controvertidos.
El 17 de febrero de 1992, la detención de Mario Chiesa, un político socialista de segundo rango y presidente de un importante centro de atención a ancianos en Milán, el Pio Albergo Trivulzio, marcó el inicio de Tangentopoli. Chiesa fue arrestado por el magistrado Antonio Di Pietro mientras recibía un soborno de un empresario. Inicialmente, Chiesa negó los cargos, pero acorralado por las pruebas, comenzó a "cantar" y a confesar no solo sus propias corruptelas, sino también el vasto sistema de financiación ilícita que beneficiaba al Partido Socialista y, en última instancia, a todo el entramado político italiano.
Las
confesiones de Chiesa abrieron una caja de Pandora. Los fiscales de Milán,
liderados por el carismático Antonio Di Pietro, junto con Gherardo Colombo,
Piercamillo Davigo y Francesco Greco, formaron un "pool" de
investigación que pronto desvelaría una red intrincada de sobornos conocida
como "tangenti". Estas "tangentes" no eran casos aislados,
sino un mecanismo habitual y aceptado para la adjudicación de contratos
públicos, licencias y servicios. Eran, en esencia, una "tasa" oculta
que las empresas pagaban a los partidos políticos a cambio de favores y acceso.
La
investigación se extendió rápidamente más allá de Milán, afectando a la mayoría
de los partidos políticos tradicionales, incluyendo la Democracia Cristiana
(DC), el Partido Socialista Italiano (PSI), el Partido Comunista Italiano (PCI,
que ya había iniciado su transformación a PDS), el Partido Liberal Italiano
(PLI) y el Partido Socialdemócrata Italiano (PSDI). Cientos de políticos,
empresarios y funcionarios públicos fueron investigados, arrestados y, en
muchos casos, condenados. La opinión pública, hastiada de la corrupción, apoyó
masivamente la acción de los magistrados, a quienes se les veía como héroes en
la lucha contra un sistema podrido.
Bettino Craxi fue una figura central
de la política italiana durante los años 80. Como líder del PSI desde 1976 y
Primer Ministro de Italia entre 1983 y 1987, Craxi había gozado de un inmenso
poder e influencia. Durante su mandato, el PSI experimentó un notable
crecimiento y se convirtió en un socio clave en las coaliciones de gobierno.
Sin embargo, su ascenso estuvo intrínsecamente ligado al sistema de
financiación ilícita que Tangentopoli desveló.
Desde
el inicio de las investigaciones, el nombre de Craxi apareció en múltiples
testimonios. Él mismo, lejos de negar la existencia de financiación
extraoficial, argumentó que era una práctica común y necesaria para el
funcionamiento de los partidos políticos. En un famoso discurso ante el
parlamento en 1992, Craxi admitió que los partidos recibían
"contribuciones irregulares" y que "gran parte del sistema sería
un sistema criminal" si se consideraba toda esa materia como puramente
delictiva. Para él, estas "contribuciones" eran una forma de
financiación pública no registrada, esencial para sufragar los elevados costes
de la actividad política, desde el mantenimiento de sedes hasta la organización
de mítines y la publicación de periódicos partidistas.
Sin
embargo, las investigaciones pronto revelaron que el dinero no solo se
destinaba a las arcas del partido, sino que también era desviado para el
enriquecimiento personal de muchos líderes, incluyendo el propio Craxi, quien
fue acusado de poseer cuentas secretas en el extranjero y de llevar un estilo
de vida lujoso incompatible con su salario oficial.
La
posición de Craxi se volvió insostenible. En abril de 1993, el Parlamento
italiano votó a favor de levantar su inmunidad parlamentaria, abriendo la
puerta a su enjuiciamiento. Esta decisión fue recibida con la furia popular. En
un episodio icónico, el 30 de abril de 1993, Craxi fue abucheado y recibido con
una lluvia de monedas al salir de su hotel en Roma, un gesto que simbolizaba el
repudio de los ciudadanos hacia la clase política corrupta.
Frente
a múltiples órdenes de arresto y juicios pendientes por cargos de corrupción,
financiación ilícita de partidos y violación de leyes fiscales, Bettino Craxi
huyó de Italia en mayo de 1994, estableciéndose en Hammamet, Túnez. Desde allí,
continuó defendiendo su inocencia y criticando lo que consideraba una
"persecución judicial" motivada políticamente. Fue condenado en
ausencia en varios procesos por corrupción y financiación ilícita.
Las
condenas más significativas para Craxi incluyeron:
Proceso ENIMONT: Condenado a 8 años y 6
meses de prisión por corrupción y financiación ilícita relacionada con sobornos
pagados por el consorcio petroquímico Enimont.
Proceso IRAN-CONTRAS (Banco Nazionale del
Lavoro):
Condenado a 5 años y 6 meses por irregularidades financieras.
Otros procesos: Acumuló varias condenas
adicionales por delitos menores de corrupción y financiación ilegal.
A
pesar de las condenas, Craxi nunca regresó a Italia para cumplir sus
sentencias. Murió en Hammamet el 19 de enero de 2000, manteniendo hasta el
final que había sido víctima de un sistema judicial sesgado y de una operación
política destinada a destruir su carrera y el Partido Socialista.
El impacto de Tangentopoli, en la sociedad italiana,
fue monumental, dando pie a:
Colapso de la
Primera República: El sistema de partidos que había gobernado Italia
desde la Segunda Guerra Mundial se desintegró. La Democracia Cristiana y el
Partido Socialista Italiano, pilares de la política italiana, se disolvieron o
se vieron drásticamente reducidos y reformados. Esto abrió un vacío político
que fue llenado por nuevas formaciones, como Forza Italia de Silvio Berlusconi
y la Liga Norte.
Renovación
Política: Aunque la corrupción no desapareció, Tangentopoli sentó las bases para una
nueva era política. Dio lugar a un sistema bipartidista incipiente y a una
mayor polarización ideológica, marcando el inicio de la "Segunda
República".
Desconfianza en
la Clase Política: A pesar del apoyo inicial a los magistrados, el
escándalo dejó una profunda desconfianza en las instituciones políticas y en la
clase dirigente. La percepción de que la corrupción seguía siendo un problema
endémico persistió.
Cultura de
Impunidad y Prescripción: Un legado amargo de Tangentopoli fue la gran cantidad
de casos que terminaron en prescripción (extinción del delito por el transcurso
del tiempo) o por muerte del acusado, lo que alimentó la frustración pública y
la percepción de que la justicia era lenta e ineficaz para los poderosos.
Relación entre
Justicia y Política: El caso también puso de manifiesto una compleja y a
menudo tensa relación entre el poder judicial y el ejecutivo/legislativo. Las
acusaciones de "judicialización de la política" y de un supuesto
activismo judicial por parte del "pool" de Milán generaron un debate
que sigue vivo en Italia.
En retrospectiva, Tangentopoli fue un momento
catártico para Italia. Destapó un sistema criminal generalizado y expuso la
podredumbre que se había arraigado en el tejido político. Aunque no erradicó
por completo la corrupción, provocó una transformación radical del panorama
político italiano y dejó un legado de cuestionamiento constante sobre la ética
pública y la transparencia en el gobierno. La figura de Bettino Craxi,
condenado y exiliado, sigue siendo un símbolo complejo de esa época: para
algunos, el epítome de la corrupción de la Primera República; para otros, una
víctima de una justicia selectiva y un chivo expiatorio de un sistema en el que
muchos otros también participaron.
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